domingo, 28 de febrero de 2016

Consejos practicos

Hace un par de semanas uno de vosotros me pidió que le diera algún consejo que yo hubiera ido descubriendo poco a poco a lo largo de la oposición, trucos, o cosas de las que me hubiera ido dando cuenta. Al principio, conforme fui escribiéndole el email de respuesta pensaba que no sabía muy bien si iba a poder decirle algo útil, y sin comerlo ni beberlo le conté la biblia en verso. 

Muchas son chorradillas que fui descubriendo con los años, y otros truquillos que me fui inventando de acuerdo con las circunstancias, así que paso a contaros algunos de ellos, por si a alguno le sirve.

1. HABITACIÓN DE ESTUDIO.

Parece que el opozulo (esta palabra me la habéis enseñado vosotros...jajaja) con que tenga una mesa, una silla y un flexo, hace su labor, y en cierto manera es así, pero si lo pensáis, son tantas las horas que se pasan allí, que alguna trascendencia tiene, así que con respecto a nuestra cueva cabe mencionar algunas cosillas;

- Si es posible, si tenéis espacio, lo ideal sería montarse la zona de estudio en otra habitación, no en nuestro cuarto. Ya sé que no es tan sencillo porque las habitaciones no sobran en una casa, pero si tenéis la posibilidad de estudiar en el cuarto de un hermano que ya no está, o si vivís solos y podéis estudiar en el comedor, o en otro sitio, os lo recomiendo. ¿ Por qué? Pues porque algo en nuestra cabeza tiene que decirnos que no todo (aunque sea casi todo) gira en torno a la oposición. Que cuando llegue el final del día, y os metáis en la cama teniendo un rato para desconectar y leer un libro o ver una serie, sintáis que la jornada ha terminado, y que la mesa de estudio no os está mirando fijamente diciendo : " ale, duerme un rato que en unas horas aquí te espero"

Sé que es complicado contar con otro espacio distinto a la habitación para estudiar, de hecho, los años que estuve en residencia yo no lo pude hacer, pero para eso, lo que hay que intentar, y aunque parezca una tontería no lo es, es que desde la cama no veáis en línea recta la mesa de estudio. Y la razón es la antes, que visualmente podáis tener vuestro momento sin recordaros que el día siguiente está cerca.

2. MESA DE ESTUDIO.

- La mesa tiene que estar despejada. JA, estaréis pensando muchos, y si no lo pensáis lo digo yo, JA, ¿despejada la mesa de un opositor? Con despejada no me refiero a que no haya folios, bolis, tazas, cronómetros, códigos,mensajes de autoayuda y de todo en ella, eso no hace ningún daño, pero lo que no podéis tener sobre la mesa es todo lo que os toca estudiar durante la semana. O si estáis en la recta final y os queda solo repasar, haceros el favor de poner todos los temas en el suelo, o en silla a vuestro lado, pero no sobre la mesa. Porque la cabeza es una tortura, y por mucho que os esté cundiendo el día, la vista se os va a ir a la torre de temas, y de la vista pasamos al pensamiento de todo lo que tenéis por delante, y de ese pensamiento pasamos al miedo del examen y eso, señores, no ayuda. 

Cuando estéis con un tema, o con el código o con la ley que sea, solo tiene que existir ese tema, o ese código, y si se pasa al siguiente, se saca y se guarda el otro, pero no os martiricéis con un programa entero sobre los hombros. Ya es duro tener que memorizarlo como para tener que estar viéndolo a todas horas. 

3. HORARIO.

- Sé que cada uno tiene su horario de empezar, de descansos y de apagar el flexo, y eso está muy bien, pero lo fundamental es cumplirlos, sobre todo el de la hora de cerrar el chiringuito. ¿ Por qué? pues porque si te dices a ti mismo que tienes todo el día para estudiar X, el rendimiento es menor, porque siempre tienes la sensación de que te queda el resto del día para acabarlo. En cambio, si te dices que a las 8 terminas jornada para ir a dar una vuelta, o para ir al gimnasio o simplemente para deambular por la casa, la presión de que hay hora de cierre y objetivo que cumplir, y sobre todo motivación de que esto termina en algún momento, influye, de verdad que sí.

4. REPASOS INTERMINABLES.

Este consejo es sobre todo para los que estáis próximos al examen y tenéis que repasar cientos de temas y mil artículos... SACO DE BINGO ¿WHAT? Pues eso, coged una bolsa y haceros papelitos con el número de cada uno de los temas, como si estuvierais sacando bolas el día del examen. 
¿Esto para qué sirve? No sé vosotros, pero yo tenía el don de repasarme primero los temas que me gustaban y otros (censos, servidumbres, sociedad, tutela...) por alguna extraña razón siempre, siempre, siempre quedaban para el final y el final era un infierno, por eso, en la última época decidí hacer lo de la bolsa y cada día repasaba lo que por azar me había tocado entre los temas que tenía que llevar esa semana, por ejemplo.

Bueno, aquí os dejo algunos de estos truquillos, para que no se haga muy pesada la entrada, ya contaré alguno más en otro momento.

Espero que os haya servido, y si tenéis algún otro, contárnoslo, compartir es vivir!!

martes, 23 de febrero de 2016

Experiencias reales 1

He intentado escribir este relato varias veces, pero según iba tomando forma me daba vergüenza, o me parecía una chorrada, pero luego me he acordado de lo que me ayudó a mí leer el de otros compañeros, o lo que me sirve hablar con alguien que también esté opositando,y he dicho, ¿Por qué no? 
Llevo tres años y medio opositando a judicaturas, nadie de mi familia ha estudiado derecho, pero desde bien pequeña he tenido claro que quería ser juez. La verdad es que no sé en qué momento supe qué era un juez, pero desde que tengo uso de razón me encantaba jugar a ponerles castigos a mis hermanos, y no lo hacía sin dar unos golpes en la mesa, como en las películas americanas. Bueno, chorradas de niña.
Después estudié derecho y al terminar empecé a opositar. La verdad es que no he perdido las ganas en todo este tiempo, porque no me imagino haciendo otra cosa, pero la mala suerte de la reducción de plazas que me ha tocado de lleno, me tiene un poco desanimada.
Me levanto por las mañanas con ganas de ponerme a ello, porque cada día pienso que es un día menos, y de que cada vez estoy más cerca, pero es imposible que no te afecte pasarte los días encerrada, sin vestirte, sin más contacto que el de tus padres o internet, bendita ventana al mundo exterior!
En realidad yo no tengo una historia especial, o algo que me haya traumatizado durante la oposición, simplemente soy una más de tantos que luchamos día a día por nuestro sueño.
Solo quería decir hola,y decir que os entiendo, y que seguro que todo esto valdrá la pena.
No sé si María Poppins querrá publicar esto porque no he dicho nada interesante, pero me ha gustado la idea de darnos un tablón en blanco en el que poder decirnos ánimo, hola, o estamos llegando, a los que estamos en la misma situación.
ÁNIMO A TODOS, LO CONSEGUIREMOS!!!

miércoles, 17 de febrero de 2016

Los pilares

Es curioso que siempre tengamos la sensación de que la oposición es una lucha que se vive uno con uno mismo, y contra uno mismo. Sin embargo, no es del todo cierto. 

Una gran parte del camino, como con todo en esta vida, depende de las ganas, de la fuerza y los sacrificios de uno, pero no podemos evitar que entren en la ecuación otros factores.

Esos factores son los que nos dan la cordura cuando se nos está yendo un poco la cabeza, los que nos miran con orgullo cuando uno se siente un fracasado, y los que te traen el café a la hora de la merienda, de puntillas, para no desconcentrarte.

La familia y la pareja (si se tiene), son una parte fundamental en toda esta historia; los que están sin hacer mucho ruido porque molesta, sin preguntar mucho porque la respuesta es un bufido y sin perder la sonrisa para compensar nuestra cara de perros en muchos momentos.

La gran mayoría, por no decir todos, no podríamos haber preparado o estar preparando una oposición sin que más allá de las cuatro paredes de la habitación, otras personas se ocupen de que ninguna preocupación o problema ajeno en la oposición entre en la zona de estudio.

Muchas veces no terminamos de valorar el hecho de que nuestra única preocupación sea el cante de la semana, los artículos de las servidumbres o los delitos públicos.

El problema viene cuando "esas preocupaciones" pasan a segundo plano porque algo se ha saltado el cartel de "no pasar, opositor en su hábitat natural" y decide entrar en el cuarto de estudio.

Como se suele decir, uno no valora lo que tiene hasta que lo pierde, o uno no valora lo que no tiene hasta que empieza a tenerlo.

Cuando resulta que la persona que ha estado acompañándote a las duras y a las maduras te plantea que está cansado, que es complicado adecuarse a tus horarios, a tus rayadas y a tu " altamente variable estado de ánimo", parece que la mesa de estudio pierde las patas que las sostiene, y que los temas, los códigos y los horarios son absorbidos por la tierra. Lo mismo sucede cuando las cosas se tambalean al otro lado de la puerta.

Es complicado seguir andando cuando el viento no sopla a nuestro favor, pero aún así, aunque se vaya lento, aunque haya que soltar alguna lagrimilla por lo que fue y no será, o haya que hacerse el fuerte porque ahora son los pilares los que necesitan de nuestra cordura ( increíble, ¿no?), cada paso, por pequeño que sea, sigue siendo hacia delante.

Por las familias, por las personas que nos han aguantado y nos aguantan.






domingo, 14 de febrero de 2016

Lugares comunes. Experiencias reales

La oposición puede equiparase a muchas cosas, una lucha, una prueba, una subida, pero para mí la que más refleja lo que yo sentí es la idea de un camino. Un camino largo, duro, con obstáculos y muchas veces, la mayoría, cuesta arriba. 

Y como la mayoría de los caminos, cada uno tiene el suyo, con su manera de caminar, con sus paradas, sus despistes, sus atajos y sus perderse y no encontrar la dirección adecuada. 

Sin embargo, por mucho que cada uno viva lo suyo a su manera, es inevitable cruzarnos unos con otros, pasar por algunos lugares comunes, dar giros similares y visualizar las mismas metas.

Por ello, y por lo que ayuda a desahogarse plasmar vivencias, éxitos y dificultades, y por lo que ayuda leer que otros han vivido experiencias similares y caídas parecidas, o que han pasado la línea de meta que otros ansían, os invito a contar vuestra historia.

La semana pasada me  emocionó leer cómo uno de vosotros compartía que no estaba bien, y cómo os volcasteis el resto. Y estoy completamente segura de que no es el único que necesita una palmada de ánimo o leer que otros están pasando por una situación similar, así que para que la experiencia de cada uno pueda llegar a un mayor número de personas, os  animo a que la escribáis y me la mandéis al correo yofuiopositoraanotarias@gmail.com, así podré ir publicándolas en el blog.

Podéis aportar lo que queráis, vuestra propia historia ( pre, durante o post oposición ) vuestras inquietudes, o simplemente decir que necesitáis un chute de ánimo y vuestro correo para que os lo podamos dar.

Este blog es vuestro, así que os animo a usarlo a vuestra medida.


lunes, 8 de febrero de 2016

el enemigo

He escrito varias veces la entrada de esta semana.
La he escrito, y la he borrado una vez tras otra, porque no era el momento de hablar de ese tema, porque no me apetecía hablar del otro, porque menuda chorrada acabo de escribir, que mierda de entrada y al final he pensado...pues esta semana no escribo nada.

Tras apagar el ordenador, he reconocido el colapso, "el enemigo" , el que varias veces vino a verme durante la oposición.

Esa sensación que se acrecienta por las noches, cuando estás contigo mismo, intentando decirte que puedes, que hay tiempo, que no has podido hacerlo mejor, y  no sabes por qué razón, a veces, sobre todo por las noches, te caes con todo el equipo puesto, o mejor dicho te tiran, o te tiras, o crees que te tiras...

Al final, sin quererlo ni beberlo, es la mente la que decide muchas veces si hoy toca un día de mierda o un buen día en el que hacer todo lo que nos hemos propuesto. Y es justo en esos días de mierda en los que hay que ser lo suficientemente inteligente para poner el modo vuelo on, y sin darle cancha a la mente, seguir haciendo.

Si por ella fuera, ahora misma cerraría esta ventana y no publicaría, porque es uno de esos días malos, y me dice que por qué hago estas chorradas, que si no voy a contar nada, que no lo escriba.

Al igual que durante la oposición, sin saber muy bien por qué, esa parte de mí que no me  gustaba, empezaba a decirme que no sería capaz, que dónde iba yo con ese temario delante de mis narices, que por qué no me limitaba a llevar una vida normal, como el resto, fuera, en la calle...

Así que hoy simplemente escribo para decir, que esos días, esos en los que abres el ojo y piensas....buf, ni de coña salgo de la cama... hay que dar por saco más que cualquier otro. Salir de la cama de un brinco, y pintarse la raya del ojo aunque no se vaya a ningún lado, o afeitarse aunque tu madre sea la única mujer que te va a ver en toda la semana, y estudiar aunque "el enemigo" te diga que puede que no lo consigas nunca, y escribir, aunque no sea el mejor día para contar algo.


lunes, 1 de febrero de 2016

ENTREVISTA MOTIVADORA. Jesús Alberto Lleonart Castro. Recién aprobado.

Hoy tenemos una entrada especial. Os invito a que la leáis hasta el final porque hay momentos de confidencias, risas, agotamiento y momentos de piel de gallina. Durante un instante compartiremos con Jesús, no únicamente el duro día a día de una oposición, sino ese momento en el que te das cuenta de que todo ha valido la pena.

Muchas gracias a Jesús por hacernos partícipe de su "batalla".

Espero que os guste.


En primer lugar, me gustaría agradecer a María Poppins la oportunidad de poner en negro sobre blanco algunas anécdotas o historias de este proceso que tenemos en común: la oposición.  Además, yo, que hace tiempo fui blogger y que en un plazo corto de tiempo pretendo volver a serlo, sé perfectamente el cariño que se vierte en un espacio como este y sé lo mucho que se cuida. Desde luego, un buen blogger que se precie protege mucho todas sus publicaciones, así que, de nuevo, muchas gracias por considerarme digno de participar en este foro. Yo estoy encantado de poder hacerlo.

1.    Cuéntanos, hora a hora, un día de tu vida. Horario de estudio, hora en la que te sonaba el despertador, en la que dejabas de estudiar...

Como os podréis imaginar todos los días no siempre han sido iguales. Sí que es cierto que soy una persona bastante “ordenada” en cuanto a horarios se refiere. Nunca fui de los que se levantaba un día a la una y luego compensaba esa madrugada estudiando hasta las tres de la madrugada. Jamás. Sin embargo, sí que es cierto que comencé la oposición con un ánimo y una energía que fueron… acomodándose poco a poco hasta dar en los últimos años con lo que era mi “día tipo”.

El primer despertador suena a las 8:30, por primera vez (esto es importante). Como he dicho, suena. Nada más. Lo apago y a partir de ese momento comienza la repetición de la alarma cada 9 minutos (el clásico snooze, creo que se llama). El segundo despertador (que por la noche programo en un alarde de “mañana seguro que te levantas a las 8:30, campeón”) suena a las 8:36, por primera vez. Y de nuevo, snooze. Y ahí, empiezan a acribillarme los despertadores, los dos, cada 9 minutos de forma alterna, durante, aunque me de vergüenza admitirlo, 45 minutos más o menos. Hay cosas que se me dan bien, otras no, y en otras soy penoso. Levantarme es, desde luego, lo que peor se me da. A eso de las 9 y cuarto, me levanto cabreado, meditando sobre a quién se le ocurriría por primera vez la brillante idea de “oye, ¿y si programamos algún tipo de sonido estridente y de mala muerte para despertarnos a la hora que queramos?” y, sobre todo, acordándome de los familiares colaterales de primer grado en la línea ascendiente de todos los que pensaron que era una idea genial.

Una vez pasado el susto, un café en vena es imprescindible. Y para mí también lo ha sido, durante los 3 años de oposición, enchufar la radio, y (ya sé que va a sonar banal, agarraos, pero es así) poner la tertulia de Radio Marca. Oye, que sí, que sé como suena, pero desayunar con un poco de alegría (cuando ganaba el Barça y perdía el Madrid especialmente) no viene mal.

Como decía, durante el primer año de oposición, lo normal era que me pusiera a estudiar a las 9. El segundo año me conformaba con sentarme en la mesa de mi cuarto a las 9:30. Al final… la hora límite fueron las 10. Y a las 10 acabé empezando a estudiar todos los días. También es cierto que yo renuncié más pronto que tarde a cualquier tipo de pausa de media mañana (esas clásicas medias horitas de descanso que se alargaban hasta los 40 minutos entre café y café) y me di cuenta de que necesitaba más esa prórroga a primera hora de la mañana que más adelante.

Habiendo sido mucho tiempo (toda la carrera y al principio de la oposición) de biblioteca, en cuanto esto se volvió más exigente, entré en razón y dije: “chico, tienes que quedarte en casa estudiando”. Y así fue. Me ponía a las 10, tarde sí, pero me ponía. En serio. También debo reconocer que no era capaz de tener la fuerza de voluntad de dejar el móvil en otra habitación (mi hermana pequeña que tiene 17 años, lleva 3 años haciéndolo y yo me quito el sombrero; esta va para opositora, como las otras dos). Así que de vez en cuando (mucho más de lo que me gustaría) se me iban las manos y los ojos al móvil, para hablar con mi novia, que también opositaba, y al twitter, que fue mi gran distracción (@jesuslleonart, cuña publicitaria). Tanto es así que en este último año 2015, donde la cosa se volvió exageradamente exigente, borraba la aplicación entre semana durante varios meses.

A la hora de comer yo me daba 2 horas exactas para descansar. De esas dos horas intentaba no perder ni un solo minuto. La mayoría de las veces era de 14:30 a 16:30, cuarto de hora arriba, cuarto de hora abajo. Cogía la comida y almorzaba viendo una serie (The Walking Dead, Doctor Who, Castle, Modern Family, Los Soprano, Breaking Bad… y todas las que os podáis imaginar). Luego me tumbaba en la cama a leer unos 10 minutos y me echaba una siesta de 45 minutos (sí, de una hora, pero es que ya me da vergüenza reconocerlo). Me he echado la siesta todos los días de la oposición. Y lo digo bastante orgulloso, de hecho. Me era absolutamente imposible dedicarle un esfuerzo pleno al usufructo, las legítimas o el mandato si no estaba a lo que tenía que estar, y para eso necesitaba la siesta, porque si no, movía las lámparas con los bostezos.

Por la tarde, desde las 16:30 estudiaba hasta que acababa lo que tenía que hacer ese día. Los primeros meses, 20:30… Durante el nudo de la oposición 21-21:15… y al final… bueno al final me quedaba hasta medianoche. Como ya habréis imaginado, este horario tipo que os he puesto era más el de “antes de la convocatoria”. Estos plazos se vieron absolutamente alterados desde que llegó el momento de dar el do de pecho.

Al final del día, cuando acababa la jornada, variaba. A veces jugaba al pádel. Otras veces veía alguna película en el cine con mi novia o quedábamos para cenar, o, si me quedaba en casa, leía. Mucho. Devoraba y sigo devorando libros de fantasía, ciencia ficción y novela negra, entre otros muchos. Siempre me decía todo el mundo “o sea, que después de un día entero leyendo, tu descanso era leer más”. El descanso de los ojos no, desde luego. Pero sí el de la mente. Es absolutamente imprescindible que uno sea opositor mientras tiene el programa y el Código delante, pero que llegado el momento de “aparcar el Código”, como yo decía, uno se convierta automáticamente en ingeniero informático a tiempo completo: “no sé nada de Derecho”. Y me funcionó, desde luego.


2.    ¿Qué es lo que mejor se te ha dado y lo que más te ha costado de todo?

No sabría decir qué es lo que “mejor” se me ha dado sin que ello suponga tirarme flores que te hagan decir “joder, Modesto, baja, que sube Jesús”. Así que, mutatis mutandi, puedo responder a esta pregunta diciendo que lo que más he disfrutado ha sido cantar. Sí, cantar. He evolucionado mucho en la forma de cantar a lo largo de estos tres años. Por supuesto, no cantamos igual cuando llevamos cuatro temas que cuando llevamos noventa y cinco. Y estoy particularmente orgulloso de la evolución en ese aspecto. Habiendo aprendido a cantar a toda velocidad al principio, cuando tuve que subir el número de temas y éstos en la cabeza se diluían enormemente (como intentar retener el agua del mar entre las manos, casi), el sistema de cante no podía ser el mismo. Así que fui evolucionando hacia uno mucho más expositivo, metiendo el turbo cuando fuera necesario, en los artículos principalmente, que se acaban dominando más. Creo que el tribunal valora especialmente esa forma: siempre que el contenido sea bueno, los cambios de ritmo revelan cierta madurez en el opositor que sabe “qué es importante y por tanto, en qué debe detenerse especialmente”.

Lo que peor he llevado y lo que, por tanto, más me ha costado, ha sido la incertidumbre. La incertidumbre de cuando iban a convocar. La de pensar si iba a llegar o no. La de saber que debía meter un acelerón que iba a requerirme una energía extraordinaria que yo sabía perfectamente que no tenía. La de pensar que me lo jugaba todo en unos meses en los que yo estaba literalmente fundido. Los rumores de compañeros (por llamarlos de alguna manera) que se dedicaban a asustar al personal con “uy sí, esto está ya firmado en la Dirección General, sale mañana en el BOE” y tú morirte por dentro, querer llorar sin parar y pensar “pues no llego, ni de coña vamos” (obviamente, luego acabó saliendo la convocatoria tres meses después). En definitiva, lo que más me ha costado ha sido todo aquello que yo mismo no podía controlar. Como opositores, sabiendo que nuestro examen está dirigido por la suerte (la de los temas que sacas, la del día en que actúas, etcétera), nuestro principal objetivo es trabajar todo lo que podamos para reducir el porcentaje de suerte (que SIEMPRE existe) al mínimo posible. Manejar esa tarea y acabar aprendiendo a convivir con ella ha sido lo que más me ha costado.


3.    Cuéntanos truco o forma para memorizar los artículos.

Como antes decía no somos el mismo opositor durante todo el proceso. Y por supuesto no es lo mismo estudiar los artículos por primera vez que hacerlo más adelante. Una vez te has acabado la primera vuelta y dices orgulloso “me he estudiado literal todo el Código Civil”, los cimientos están claramente puestos y sólo hay que construir a partir de ahí. Por eso, la primera vez que me enfrentaba a un tema, y a unos artículos, siempre era la más difícil. Durante esa primera vuelta, recuerdo haber usado un sistema que me acabó facilitando las cosas bastante. Cogía un papelito (pequeño, para luego guardarlo en el Código) y apuntaba todos los artículos que tenía que estudiar en el orden en el que me aparecían en el tema, uno debajo del otro. Y los iba memorizando. Cuando me sabía el primero, lo cantaba y pasaba al segundo. Cuando me sabía el segundo, cantaba éste y el primero y si los dos me salían bien, pasaba al tercero. Claro que, cuando iba por el trigésimo primero, tenía que cantarme bien los treinta anteriores para pasar al siguiente, lo cual ya era más difícil. Pero si fallaba, volvía a empezar de cero. Y eso llevaba tiempo y esfuerzo, amenaza que acabó resultando un estímulo suficiente para fallar lo mínimo posible.

4.    ¿Qué pensamiento o qué era a lo que recurrías para motivarte los días de bajón?

No puedo obviar el hecho de haber tenido la infinita suerte de opositar siendo mi novia también opositora. De esta manera funcionábamos como una balanza. Cuando uno estaba abajo, el otro empujaba para que pudiera subir lo suficiente para mantenernos a la par. A día de hoy, si me pongo a pensar, el porcentaje de mi éxito que le atribuyo a ella roza el 90%. Sin ella, yo no estaría donde estoy, y eso lo tengo clarísimo. Dicho esto, y partiendo de que ella siempre ha sido el mayor sustento y la mayor de las motivaciones, todos tenemos nuestros pequeños trucos para salir de esos baches periódicos que se van sucediendo… (y conforme pasa el tiempo, de manera más rápida: más baches en menos tiempo). Y mi mayor truco siempre ha sido el mismo: descansar.

A veces es más la ansiedad, la vorágine en la que te has metido, la que imprime el ritmo a tu día a día, en lugar de hacerlo tú mismo. Los árboles no te dejan ver el bosque. En ese momento hay que saber desconectar, saber decir “me cojo este fin de semana, porque lo necesito y porque me lo he ganado”. Y recordar por qué estás haciendo lo que estás haciendo. Soy un gran defensor de los descansos, de las vacaciones y de recordar que aunque opositando también, y principalmente, estamos viviendo.

5.    ¿Hay alguna frase de alguien o un momento en concreto que te haya dado fuerzas para seguir?

Sí, sin duda. Son muchas, de hecho. Pero destacaré sólo un par de ellas.

“El ocio es el padre de todos los vicios, y es el coronamiento de todas las virtudes” (Franz Kafka).

Esta frase me parece importantísima. Estamos de paso en esta vida y desde luego no podemos pensar que vivimos para trabajar u opositar. Opositamos, trabajamos, para vivir. Y hay que vivir. Y el ocio, la amistad, el amor, las aficiones… dan sentido y ponen en alza todo aquello que nos toca hacer.

“El arte de vencer las grandes dificultades se estudia y se adquiere con la costumbre de afrontar las pequeñas” (Cristina Trivulzio di Belgioioso).

Parece hecha para opositores, y creo que la comprendéis todos perfectamente. Cantar un tema, para luego cantar un ejercicio. Llevar seis temas para luego llevar ciento cincuenta.  Ponerse nervioso antes de cantar con el preparador para luego afrontar cantar frente al tribunal. Creo que está claro que las oposiciones funcionan de esta manera. A veces, debido a que ha sido tanto el tiempo que hemos estado repitiendo lo mismo una y otra vez, hemos banalizado “esas pequeñas dificultades”. Pero no podemos olvidar en ningún momento que esto funciona precisamente así. Esas pequeñas dificultades debemos dominarlas hasta el hartazgo para poder afrontar de repente y prácticamente sin previo aviso, los grandes retos para los que nos preparamos.

6.    Te has sacado la oposición muy pronto, por lo que imagino que el segundo examen no lo llevabas tan trillado como el primero, ¿cuántas horas estudiabas al día para meter el segundo ejercicio? ¿Es cierto eso de que por muy cansado que termines del primero, aprobar te da chute de energía para ponerte con el segundo?

No pretendo desalentar a nadie, pero tengo que decirlo: preparar y aprobar el segundo ejercicio ha sido lo más difícil que he hecho en mi vida. Hemos sido varios compañeros los que hemos tenido que enfrentarnos a esta prueba, la de estudiar y, sobre todo, interiorizar un examen igual de largo que el primero en una quinta parte del tiempo. Concretamente, en cuatro meses, cuatro meses y cuatro días para ser exactos. Aunque si descuento el fin de semana largo que descansé (sí, incluso aquí, descansar, como decía, es imprescindible) son cuatro meses exactos. Y me lo tuve que estudiar ENTERO (por supuesto, nada de quinielas; no llevo esforzándome al máximo tanto tiempo para dejar en manos del azar todo mi futuro) y, sin habérmelo mirado previamente, en un plazo de cuatro meses. Y no fui el único, de hecho, fuimos bastantes. Y han sido cuatro meses horribles. Las cosas como son. Que nadie piense que por esta “condensación temporal” queda patente que no dominamos el segundo ejercicio. De hecho, todo lo contrario. Puedo garantizaros que muchos sabemos más Mercantil e Hipotecario a estas alturas que Civil, porque estos meses no han sido normales. Han sido meses de entre doce y catorce horas de estudio diarias. Meses de profundizar en la materia para comprenderla lo mejor posible y de esa manera poder salvar las lagunas de la memoria que irremediablemente debían tenerse llegado el examen. Meses de un trabajo casi inhumano para lograr nuestro objetivo. Meses de esfuerzo que han dado su fruto sí, pero que han dejado una huella imperecedera. En la receta de las oposiciones está que la materia no debe aprenderse simplemente, sino aprehenderse, interiorizarse, asimilarse. Y, ciertamente, es posible que alguno se “cuele” habiendo aprendido como un papagayo, habiendo simplemente memorizado. En este segundo examen, eso no fue posible nunca. Los que lo pasamos tuvimos que desmenuzar al máximo la materia para poder aprehenderla. Sólo de esta manera pudimos superar el examen. 

Evidentemente, el chute de energía que se recibe con el primer aprobado es comparable a pocas cosas. Las primeras sensaciones son las de “no me lo creo, no puede ser, ¡lo he conseguido”, que luego van abriendo paso a las “madre mía lo que me espera”. Pero las reservas de energía, de ánimo y de ganas de estudiar se recargan de una manera sorprendente. Los estímulos que te llevaban a sentarte en la silla cada día y que hasta entonces tenías algo difuminados, borrosos, se dibujan claramente ante ti. Todo se ve más cercano y, sobre todo, más plausible. Es mayor el esfuerzo, pero mayor la recompensa y te enfrentas a cualquier cosa que se te ponga por delante, como fue en nuestro caso, el “miura” del segundo ejercicio.

7.    ¿Cómo es el cambio de estar todo el día memorizando a ponerse a preparar un ejercicio práctico (dictamen)?

Maravilloso.  Sin duda, lo definiría así. Es un cambio de vida espectacular, un giro de ciento ochenta grados. De repente no estás en casa con los temas, estás en una sala con quince personas más, con unos maestros cuyo conocimiento no parece tener fin, y es todo distinto. Tienes que arreglarte, salir de casa a diario, conoces muchísima gente nueva… No me costó nada cambiar radicalmente el chip, escribir en vez de leer, por ejemplo, o atender en vez de estudiar… De hecho, lo agradecí. Tuve jornadas maratonianas de 10 horas y eso nos permitía sentirnos como personas normales. Como todos nuestros amigos que se arreglan, salen de casa, van a trabajar, paran para comer, vuelven a trabajar y a casa finalmente. Ha sido la etapa más bonita de la oposición, con diferencia, pero también ha sido la más corta. Lo bueno si breve… dos veces bueno.


8.    Durante la oposición, ¿pensaste alguna vez, no puedo más, hoy ni me levanto de la cama?

Seriamente, no. He tenido momentos buenos, momentos malos, momentos muy malos y momentos muy buenos, como todos. La oposición es como una montaña rusa en la que te dejan montar gratis, y de la que no te puedes bajar, ni aunque te marees. Sí que ha habido días de preguntarme “¿quién me mandaría a mí meterme en esto?” pero nunca hasta el punto de bloquearme. Siempre  he pensado que el camino que yo elegí, el que elegimos los opositores, es un camino de obstáculos y éstos te van apareciendo poco a poco, o a veces, todos de golpe. No tendría mucho sentido que los obstáculos que yo mismo me puse delante fueran los que me frenaran. Sí, los sufrí, como los sufrimos todos. Y los maldije, hasta la saciedad. Pero no te pueden frenar, están delante de ti porque tú, voluntariamente, te has puesto al principio del camino. Hay que mantener fresca esa determinación inicial para saltar cada uno de ellos y llegar a la meta.

Sí, decirlo es precioso, lo sé, y facilísimo. Pero es muy jodido. Sé que lo sabéis. Pero como dice Coldplay en The Scientist “nobody said it was easy…”. Pero creedme, merece la pena.


9.    Cuenta alguna "opositorada" (me acabo de inventar la palabra) que hayas hecho , en plan salir a la calle con el pijama, ir al gimnasio con el código, cantarte temas en algún sitio curioso?

No sería un opositor que se precie si no me hubiera olvidado de que el mundo sigue girando mientras me centro en los temas; así que, como nos ha pasado a todos, sí, he bajado a fotocopiar en pijama y náuticos, he cantado en la esquina de una biblioteca de cara a la pared o he estudiado durante un buen rato tumbado en el suelo de mi habitación, por ejemplo.

Pero lo peor ha surgido durante los exámenes. Todo empezó con el primer examen, allá por Junio. Después de aprobarlo, durante los meses de verano mientras preparaba el segundo, repasaba aquellos mágicos días en Barcelona… y de tanto pensar en qué ocurrió… Me obsesioné con ello y me volví supersticioso.

Resulta que había subido a Instagram una foto de una canción una semana antes de examinarme, y otra foto de los gemelos con forma de balanza de la justicia que usé para el examen y un selfie con mi familia cinco minutos antes de salir para la estación… Los repetí, todos. En cada examen: un selfie distinto, otra canción y otra foto de los gemelos. Repetí muchísimas más cosas, pero la más gorda, sin duda, fue la del hotel. Atribuí un poder místico al hotel en el que me hospedé, que además compartía nombre conmigo: Hotel Lleó. Y cuando volví a Barcelona, volví al mismo hotel… y a la misma habitación. Los de recepción me confesaron que se me conocía por allí como “el loco de la 111”. De hecho, pedí la misma habitación 111 para el tercer examen y al llegar a Barcelona pasó lo siguiente:
-          ¡Hola! ¡He vuelto!
-          ¡Hola! ¿Qué tal el viaje?
-          Muy bien, gracias.
-          Tengo… esto… tengo malas noticias –mi novia y yo nos miramos pensando que no había habitaciones y habían extraviado mi reserva-.
-          ¿Qué ocurre?
-          Un compañero… esta mañana… el pobre es nuevo y no se ha enterado… Ha asignado su habitación 111 a otro huésped…
-          ¡Ahhh! ¡No pasa nada! ¡Creía que había sido algo más grave!
-          No, no, no puede ser. Así que les hemos asignado en compensación la mejor habitación del hotel, una suite, espero que acepten nuestras disculpas.

Así que para el dictamen, rompí la tradición.

10.                      Cuéntanos detalladamente para poder saborearlo contigo, cómo te enteraste de que habías aprobado el 3º examen. Dónde estabas, qué estabas haciendo cuando salió la lista, qué pensaste...

Después de haberme examinado el 9 de diciembre, leí mi ejercicio el día 12 de diciembre, sábado. A eso de las cinco de la tarde. Tan pronto como lo hice, huí despavorido de vuelta a Madrid. Esos días allí en Barcelona fueron realmente duros, la incertidumbre es realmente insoportable. De hecho, en el momento que lees, todo empeora y se te empiezan a pasar por la cabeza, no todos los escenarios posibles, sino sólo los negativos que, sin ningún tipo de razón lógica, te imaginas como los más plausibles.

Así que el día 12 por la noche ya estaba de vuelta. El resto de mis compañeros terminó de leer el 13, domingo. Eso significa que las notas salían el mismo día 13. El Tribunal quiso que las notas primero se leyeran en voz alta en una sala de conferencias del Colegio Notarial (ante un escaso público ya que todos volvimos a nuestros puntos de origen), que después se colgaran en el tablón de anuncios y que, sólo en último lugar, se subieran a la web, donde todos pretendíamos verlas. Imaginaos que estáis a una decisión del Tribunal de lograr vuestro objetivo, desde luego gastáis el botón F5 del teclado hasta la saciedad. Y claro, no sólo tú. Tu novia desde el móvil también. Tu madre directamente lo actualiza cada 5 segundos. Tus hermanas, tus abuelos, tus primos, tus amigos, todos. Quizá unas 20 personas por opositor. Sí. La web se colapsó y el servidor se cayó. En la página no aparecieron HASTA EL DÍA SIGUIENTE.

Gracias a Dios, mi padre, que es Notario en Argentona, a 30 km de Barcelona, dijo que la incertidumbre se la iba a meter por donde le cupiese otro, pero que él se iba al Colegio a escuchar la lista de aprobados en directo. Me dijo: “te llamo y te pongo el altavoz”. “Ni de coña”, le dije, “no vaya a ser que no lo oiga bien, crea que estoy aprobado y estoy en realidad suspenso”. “Mira, tu quédate ahí, escuchando y me vas escribiendo por WhatsApp, si sale mi nombre me lo dices… y si no sale… pues también”. “Vale”. En mi casa estábamos mi madre, también Notario y que creo que ha sufrido más esta oposición que la suya, mi novia y mis tres hermanas. En el salón sentados como si alguien se hubiera muerto: cariacontecidos y temblando.

Tono de WhatsApp, mensaje de mi padre. Me muero del nervio. Y sólo es un vídeo del pasillo, vacío… que le gusta el show a mi padre… A día de hoy no puedo evitar reírme. Aquel día quería matar a alguien, como imaginaréis. Otro mensaje. “Todavía nada”. “Pero si dijeron a las siete y son ya y media”. “No sé”. Pasaban los minutos y nada.

“Ya bajan”.

Tan sencillo como eso. Como cuando Gandalf en Moria leyendo el diario de Balin dice “ya vienen”. Igual. O peor, que aquí no eran orcos, aquí era todo o nada. Silencio… sin mensajes. “PAPÁ!?!?”. “Ya empiezan”.  ¿Qué ya empiezan qué? ¿A decir nombres? ¿A hablar?, pensaba yo. “¿Ya empiezan qué, papá?”. “Aún nada”, me dice (el cachondo). ¿Aún nada qué? ¿Mi nombre? ¿Aún nada la lista? ¿No han empezado a leer aún? Obviamente mi padre estaba más nervioso que yo, y se le notaba.

Y de repente, dos mensajes:

-          SIIIIIIIIIIII!!!!!!!!!!!!!
-          COMPAÑEROOOOO!!!!!!!!!!!!!

Y yo con el móvil en la mano lo alcé y dije “¡ya está!”. Y de repente me convertí en un amasijo de brazos, piernas, melenas y lágrimas, muchas lágrimas de alegría que duraron un buen rato. Un día inolvidable.

11.                      ¿Que se siente la primera mañana que abres el ojo y te das cuenta de que ya no tienes que estudiar?

A la mañana siguiente te despiertas a la hora a la que deberías ponerte a estudiar. Y esto es ley de vida. Nos ha pasado a todos en esta promoción. De hecho, ni el despertador surtía este efecto. 8:30 y ojos como platos, aunque hubiera dormido 4 horas. Y piensas “coño, a estudiar”. Pero antes de cabrearte con el mundo te acuerdas de todo. Y sonríes.

Durante las semanas siguientes sigues sufriendo los “efectos” de la oposición, por decirlo de alguna manera. Para que os hagáis una idea, pensad en un corredor. La oposición no es un sprint, sino, como sabéis, una carrera de fondo. Pensad en un corredor que ha corrido rápido, sí, pero sobre todo, que ha corrido durante mucho, mucho tiempo. Y llega a cruzar la línea de meta. Es imposible detenerse automáticamente. La inercia te empuja a continuar, decelerando poco a poco hasta parar, durante unos metros más. Pero claro, todo ha cambiado.

12. Una frase o un consejo que les dirías a todos los que diariamente se pasan el día luchando con un temario para conseguir lo que tú acabas de lograr.

Aconsejar sobre algo así es una responsabilidad muy grande, y por ello lo primero que tengo que decir es que nadie tome a pies juntillas cualquier consejo que pueda recibir, ni mío, ni de cualquier otro. Cada camino, cada oposición, y cada caminante, cada opositor, son un mundo. Todos ellos llevan al mismo sitio, en la mayoría de los casos, siempre que tengan las dosis de esfuerzo e ilusión necesarias. Pero sobre el “cómo” se llega ahí, no hay nada escrito. Nada. De hecho, veréis que otros muchos se levantaban a las 6:30 y estudiaban de 7 a 23, ininterrumpidamente, por poner un ejemplo. No os agobiéis. Seguid usando vuestro propio sistema que habéis contrastado que os va bien, os aconsejen lo que os aconsejen.


Dicho esto, sí que creo que es necesario que uno compruebe todas las mañanas, como uno chequea mentalmente antes de salir “cartera, móvil, llaves, vale, está todo”, si tenéis en vuestras alforjas las dos cosas que vais a necesitar: esfuerzo e ilusión. El esfuerzo prácticamente viene de serie en todos los opositores. Siempre está ahí. Pero sus reservas se van agotando, justo (qué casualidad, oye) cuando necesitas más aún. Por eso, necesitas llevar siempre encima algo de (mucho de) ilusión. La ilusión es la que va a colmar las lagunas del esfuerzo, es la que va a extender tus horarios más allá de tus horas de confort, es la que te va a empujar cuando estés exhausto y la que te va a levantar cuando te caigas. Así que cuídala, aliméntala, como el fuego en invierno. De hecho, piensa en ella como una llama, que si te descuidas se apaga, dejándote a oscuras. Pero que si la mantienes viva, te va a dar calor, luz y protección. Justo lo que necesitas.