Sé que al leer el título de la entrada el pensamiento que os haya cruzado por la mente ha sido: "¿buenos, todos? de milagro no son todos malos"
Recuerdo los esfuerzos de mi madre para mantener una conversación telefónica esquivando las preguntas que se le harían a cualquiera y que a mí me sentaban como una patada.
¿Qué tal el día? ¿Te ha cundido? y ¿estás contenta? producían en mi cabeza el efecto de haber pulsado el botón de la frustración.
Bastaba con que alguien me preguntara cómo lo llevaba, para que mi mente se pusiera a analizar los últimos años de mi vida; " ¿soy feliz? ¿vale la pena todo este esfuerzo? ¿y si me atropella un coche mañana, qué habré hecho?
Así que a veces, como os pasará a la mayoría de vosotros, no era muy fácil mantener una conversación conmigo.
Pero dejemos a un lado el concepto de "día bueno" del resto de los mortales. Claro que pasarse el día entero delante de los temas no entra dentro de la idea de un buen día, pero cuando se habla de opositores la cosa cambia. Si ese día, en el que te has pasado más de 10 horas frente a los temas, has conseguido cumplir el plan, te han salido bien los temas cantados y encima, te ha dado tiempo a reírte un rato en uno de los descansos y un alma caritativa te ha dejado algo de chocolate o golosinas encima de la mesa...ese es un día de PUTA MADRE, hablando mal y pronto.
Regálale a un opositor un boli nuevo, unos post its, o déjale un café y un bollo encima de la mesa de estudio y le habrás hecho la persona más feliz del mundo...
Lo malo es lo fácil que nos acostumbramos a lo bueno. A veces, tengo que repetirme a mí misma que me estoy tomando un café en una terraza, así by the face, para darme cuenta de la suerte que tengo. Hay que seguir valorando esos pequeños detalles, que en la época de oposición son los más importantes.
Pero volvamos a los días malos, a esos en los que después de más de hora y media, te das cuenta de que no has pasado de página, ¿por qué? porque no es el día, no se sabe por qué pero hay días malditos. No son esos en los que te toca un tema feo, o en los que te da pereza, me refiero a esos días en los que entre rayada y rayada, llega la lágrima, y después vuelve el pensamiento de que no has avanzado nada en toda la tarde, y vuelta a la lágrima.
Igual que os contaba que en los días en los que estaba medio enferma me obligaba a estudiar, os diré que los días malditos no lo hacía. Fueron días puntuales, y muy señalizados, porque cuando estás en uno de ellos lo sabes, son esos en los que te repites varias veces que estás echando tu vida por la borda y que nunca lo conseguirás.
Después de varios años de oposición, me di cuenta de que esos días me machacaban la moral y además no avanzaba nada, por lo que en la época final, los últimos dos años, en cuanto llegaban y me daba cuenta de su presencia, esos días, me los regalaba.
Unas veces me iba al cine sola buscando alguna película que me sacara de mí, o me iba a una cafetería a leer. Solía hacer planes que me recordaran a mi yo de antes, y que al mismo tiempo me hicieran pensar que seguía teniendo yo las riendas, que al final la que decidía seguía siendo yo.
Lo que en mi cabeza era como haberme saltado las normas, al final se resumía en haber "perdido" tres o cuatro horas de estudio, y pongo "perdido" entre comillas, porque sabía que ese día, esas horas no cundía.
No os rayéis cuando llegue un día de esos, y sobre todo no os escuchéis, salid a la calle, daros un paseo, recordaros que estáis vivos y como dicen esa maravillosa frase, MAÑANA SERÁ OTRO DÍA.