Yo no sé si los preparadores son conscientes de la importancia que tienen en la vida de un opositor, que son los gurús, la palmadita en la espalda o, y no hay que dejar de decirlo, la zancadilla que te puede hacer caer en el momento más crucial de la carrera.
Si supieran que cada palabra, cada expresión de su cara al oírnos cantar un tema y cada gesto, va a ser examinado y repensado al detalle durante los siguientes días, igual no se atreverían a mover un pelo.
Son una especie de guía espiritual. Tanto ayuda un buen preparador, como destroza uno malo.
El preparador no es sólo aquel a quien le vas a cantar los temas una o dos veces a la semana, o quien te ayuda a organizar tu planning para que dé tiempo a terminar el repaso antes del examen, no solo es aquel que te comenta que se te ha olvidado decir esto o que aquello no ha tenido suficiente literalidad.
Desde mi punto de vista y gracias a la experiencia que tuve yo, un preparador tiene que saber que
tú y yo no somos iguales, que cada uno tiene su ritmo, que si a ti se te da bien la literalidad a mí se me da bien relacionar una idea con la otra, y que lo que vale para ti no vale para mí.
Creo que ahí radica la esencia de un buen preparador, en conocer a sus opositores, en personalizarlos con sus nombres y sus problemas, porque durante la oposición no son pocas las veces en las que uno debe lidiar con un bloqueo emocional, con la pérdida de un familiar o con un desánimo pasajero.
Imagino que depende mucho de cada oposición. En particular, en el caso de notarías, los preparadores son los que desinteresadamente y por devolver el favor que en su día alguien hizo por ellos, deciden recién aprobados, o durante toda su carrera profesional, acoger a jóvenes perdidos, con su cronómetro y su programa de notarías debajo del brazo.
A lo largo de los años que estuve opositando tuve varios preparadores, unos buenos y otros no tanto, de ahí que insista en la importancia de contar con un buen bastón para el camino.
La primera que nos puso la academia, era una chica que había estado bastantes (y bastantes son bastantes) años opositando, y eso se le notaba. No dudo que tuviera la mejor de las intenciones, sin embargo, creo que antes de ponerse a animar a alguien a hacer algo, hay que salir del pequeño bache. ¿Bache? ¿Habiendo aprobado?- pensaréis. Pues sí, son muchas las personas que tras aprobar se dan cuenta de todo lo que ha pasado en los últimos años de encierro en su cuarto. Yo me lo imagino como en la película de "Good Bye Lenin". Durante los años de encierro tanto la familia como nosotros mismos nos aislamos un poco de todo para poder lidiar con nuestro día a día, y ese aislamiento es tanto de lo bueno como de lo malo. Nos cuentan y nos contamos que todo sigue igual, pero una vez que se sale de la habitación, a veces, hay que pasar el duelo por un familiar muerto o la ruptura con una pareja. El contacto con la realidad muchas veces es un recuento de bajas, cambios que no se podían digerir durante la oposición y que a la vuelta, cuando te piensas más fuerte, se tropiezan contigo, o te tropiezas con ellos.
Lo primero que nos dijo nuestra preparadora el primer día de academia, cuando escuchábamos ansiosos, nerviosos pero con ganas, es que si ella volviera atrás, no hubiera opositado nunca. Y eso, dicho antes de empezar una batalla, cae como una patada en el estómago. No creo que tuviera mala intención, para nada, creo que fue sincera, pero usó la sinceridad con las personas menos indicadas.
Probablemente hoy nos dijera que está feliz, que vale la pena, que después de la lucha ha tenido su recompensa, pero desde mi humilde opinión, se puso a preparar sin estar preparada.
Tras casi año y medio con ella, el grupo entero decidimos pedir que nos cambiaran. No sé si la herimos o le molestó, pero está claro que es una etapa tan dura, que o te buscas buenos pilares o te vas al suelo con todo el equipo puesto.
Y en unos días, empezamos con otros dos preparadores más, recién salidos del horno, recién aprobados, pura alegría. Eso era otra cosa. Nada más conocernos nos dieron la enhorabuena por haber tomado la decisión de opositar, por haber apostado por esto. Y eso, nos sentó de lujo. Tan importante es mantener el ánimo alto como rodearse de gente que también entienda la vida así. Y como decía al principio, el preparador, que durante la oposición es una especie de guía, de referencia, de lo que quiero ser, no puede no tener una actitud de ánimo y de apoyo.
Un año después tuvimos la mala suerte de que uno de ellos cogió plaza en Canarias y la otra solo podía tomarnos temas una vez cada dos o tres semanas. Así que vuelta a andar perdidos, cojos sin un bastón.
En mi caso, esa mala suerte fue la mejor que podría haber tenido. Fui a parar con tres preparadores buenísimos. Notarios desde hacía muchos años, pero sin haber olvidado lo que era estar al otro lado de la mesa. Los últimos tres años de oposición preparé con ellos, y tuve la confianza para contarles cuando estaba bien y cuando no, supieron qué decir para animar, qué decir para hacerme creer que un día sería una compañera más. Y creo que ahí radica parte de la clave de un preparador, que te transmita que luchando, en breve estarás al otro lado, perdida en un pueblo discutiendo sobre lindes, servidumbres y testamentos.
Muchos me habéis contado por email que no estáis contentos con el preparador, que no os entiende, que no le entendéis, y en ese caso, os animo a que si no es lo que necesitáis, si no salís de cantar temas con ganas de hacerlo mejor la semana siguiente es que algo no encaja. No hay que tener miedo a los cambios.
Estáis luchando una batalla tan dura que os tenéis que hacer con las mejores armas y compañías.
Gracias de corazón a mis preparadores. A todos.
C.S
J Y JP.
I.M-G, JL M-G, JA M.