viernes, 31 de julio de 2015

Mi novio sale con una opositora

Siempre se ha dicho que las relaciones que sobreviven a un Erasmus están hechas a prueba de balas. Yo creo que lo que le da a una relación el título de “contra viento y marea” es sobrevivir a una oposición.

Mi preparador decía que había tres categorías en las parejas de un opositor;

 1.       La que se ha tragado toda la oposición, desde el día que decides anunciar con una sonrisa y un brillo en los ojos:" ¡voy a opositar!"Hasta el día que hay que recoger unas ojeras andantes del suelo. 

2.       La que se conoce durante el último tramo.

 3.       La que se conoce una vez sacada la plaza o dejada la oposición.

Mi post de hoy va dedicado a todos esos novios y novias de la primera categoría, los que han visto desde su más sincera y tierna incredibilidad como pasaban estos últimos años de la vida de sus parejas, sin saber qué decir, cómo decirlo, ni cuándo decirlo.

Habría que hacer un Manual sobre cómo sobrevivir con un opositor opositando.

Hoy decido levantar un monumento imaginario para todos los que han aguantado esos años de renuncios sin salir corriendo.

          - Hurra por todos aquellos que asumen que a partir de ahora solo tienen pareja el día libre.

        - Vivan los novios que han sabido que Mr. Wonderful pasa a ser una parte muy importante del día a día.

          - Bien por las novias que ya no dicen no, cuando querían decir que puede que sí, pero que mejor que no, porque deberías ser tú quien supiera que ese no es un sí, porque el oyente ya no tienen ni tiempo ni ganas para descifrar enigmas.

         - Bien por las parejas que saben que “tomamos algo” entre semana, significa estar delante de alguien pendiente del reloj, de si la cerveza me va a dar resaca, la Coca-Cola no me va a dejar dormir, están tardando mucho, debería estar durmiendo desde hace media hora, y siguen proponiendo salir de vez en cuando.

          - Vivan todos los que saben que en el día libre hay que concentrar toda la felicidad que no se ha vivido en una semana, y preparan el día como si se tratara de la gincana de la vida: desayunamos fuera, paseo, compras, cervezas y tapeo con los amigos, cine, otra cerveza porque ya te estás enterando de que el día libre está terminando, otra cerveza, ¿otra?

         -  Hurra los que después de suspender el examen y preguntarles:- ¿qué hago? ¿lo dejo o sigo una convocatoria más? Tragan saliva, respiran profundamente y responden: - Lo que tú decidas, hagas lo que hagas te apoyaré- Cuando en realidad piensan... ¡DÉJALO, POR EL AMOR DE DIOS!

         - Un fuerte aplauso por los novios que no se parten de risa cuando en cuestión de media hora sus parejas pasan de la risa al llanto, del llanto a maldecir su existencia, de las maldiciones, vuelta a la risa porque parece una loca, y vuelta al llanto porque sí, parece una loca.

          - Vivan las novias que las semanas previas al examen ven como sus parejas dejan de utilizar la maquinilla de afeitar, bajan a dar un paseo a la manzana con el chándal y las zapatillas de andar por casa, han perdido 10 kg y 8 años en los últimos días y siguen diciendo: - Eres mi hombre- mientras piensan, ¿Hombre? Pero si parece una mezcla entre náufrago y su hermano pequeño.


Gracias por acompañarme en este camino y por recibirme al otro lado con una sonrisa y un “bienvenida, llevo 5 años esperándote”

lunes, 27 de julio de 2015

REESCRIBIR la historia.

No es fácil dejar de opositar. 

Por muy duro que sea “renunciar” a una vida normal para encerrarse entre cuatro paredes, más complicado es coger los bártulos, deshacer la mesa de estudio, ponerles el tapón a los subrayadores, guardar el atril en el cajón y salir por la puerta de nuestra cueva, cuando el resultado no ha sido el esperado.

     Cuando decides dejar de opositar, por las circunstancias que sean, son varias las ocasiones en las que la duda vuelve a asomarse por la azotea. Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. Eso se cumple a rajatabla.

     Nuestro cuarto de estudio termina siendo nuestra zona de confort, por muy contradictorio que parezca. Estamos más a gusto sacando la lista de temas que hay que repasar ese día, que frente a un espejo preguntándonos a nosotros mismos cual es el siguiente paso.

     Dejar una oposición sin haber aprobado, es como salir una mañana fría a medio vestir. No estás preparado, no te ha dado tiempo a coger lo necesario, ni siquiera llevas las llaves en el bolsillo.Vas inseguro, con las zapatillas de andar por casa y sin plan trazado. Nuestros queridos y vitales planes se quedaron en la mesa de estudio, la que recogiste hace poco, la que ahora hasta echas de menos.

     No es fácil enfrentarse a un cambio. No es sencillo reescribir la ruta porque la que seguías está con el acceso cerrado. Sin embargo, hay que verlo desde la perspectiva correcta. No se ha cerrado la única puerta que estaba abierta, sino que en lugar de las llaves de esa entrada, tenemos otras muchas, otras entradas que hasta el momento ni habíamos prestado atención, pero que ahí estaban, desde el principio.

     Tomar la decisión de dejar de opositar, es como cuando decides dejar una relación que no va a ningún sitio. Al principio es desconcertante, te has hecho a su voz, a sus ojos, a su mal humor, a vuestras rutinas. Tu cuerpo pierde el equilibrio cuando piensa que ya no hay dos pasos más en la misma dirección, pero en ocasiones hay que dejar de lado relaciones fallidas para encontrar la definitiva.

     Cuantas veces no hemos pensado; menos mal que tuve las narices de dar ese giro, si no no estaría hoy aquí.

     Lo nuevo asusta, lo nuevo parece grande, oscuro y largo, y sin embargo lo nuevo que está por llegar, es lo que nos dice que estamos más vivos que nunca.
    
    



lunes, 20 de julio de 2015

RECORRIENDO PASILLO


     Al fin y al cabo, por mucho que a veces nos cueste asumirlo, o por el miedo que da que llegue, todo lo hecho hasta el momento ha sido dar pequeños pasos en dirección al día del examen.

     En mi opinión, no se hace pasillo las horas antes de que te llamen para entrar en sala, sino que se lleva recorriendo desde el día que te presentas en la academia, subrayas tu primer tema, cantas frente al preparador, acumulas temas, haces simulacros…incluso los días libres forman parte de ese pasillo.

     No se trata de un examen de facultad en el que compense ir de empalmada para soltar lo que hemos metido intravenoso la semana anterior, esto es otra cosa muy distinta.

     Aquí hay años de sacrificio, despertadores incansables, cafés milagrosos, cantes sin música, vacaciones concentradas en escasos días, semanas sin puentes, puentes sin estructura sólida, ventanas y paredes que nos observan, temas que nos retan, días que nos pueden y otros a los que podemos nosotros.

     Siempre he pensado que esto se parece a unas olimpiadas. Los deportistas llevan cuatro años esperando su día, viviendo de cara a ese momento, las horas de sueño, de entrenamiento, lo que comen, lo que no beben, la concentración, la visualización de su éxito, la esperanza de que no haya un resbalón, una lesión. Cuatro años dedicados a unos minutos de coreografía, de salto, de carrera…

Nuestro caso es el mismo, todo el camino recorrido nos lleva a esa hora de examen, a esos temas, a ese vaso de agua servido entre tembleques y que raras veces se toca, a esa corbata que nos aprieta y americana que nos hace sentir extraños, como si la cosa fuera en serio.


     Tras tanto sacrificio y entrenamiento, me atrevo a aconsejar lo que seguramente les dirán a los deportistas: 
 El cuerpo es una máquina, si lo llevas al extremo se rompe y no responde, así que lo mejor que puedes hacer a las puertas del examen es concentrarte, visualizar las bolas que quieres sacar, visualizarte cantando como nunca, dormir, ir descansado y confiar en todo el pasillo que llevas recorrido.

miércoles, 15 de julio de 2015

Preguntas prohibidas

      Mis primeros años de oposición los pasé en un colegio mayor solo de opositores. Con todo lo que ello conlleva. Si volviera para atrás lo volvería a hacer, porque no hay nada mejor para empezar una locura de vida, que estar rodeada de otros locos como tú.

      Soy partidaria de empezar a opositar en un ambiente en el que no te sientas fuera de lugar, con gente que comprenda tu situación y que lleve tu ritmo de vida, pero lo de solo estar rodeado de lo mismo tiene lo suyo, sus cosas buenas y sus muchas locuras.

     Mis experiencias en el colegio mayor darán para muchas entradas, porque son muchos los momentos surrealistas, la gente rara, rarita y rarísima que allí habitan, y los episodios que vale la pena relatar. Sin embargo, hoy me apetece centrarme en mi primera sensación, las primeras horas.

     Recuerdo el sonido de las ruedas de mi maleta recorriendo el camino de piedra rodeado de setos hasta la puerta principal, a mi derecha había una pequeña construcción, EL BUNKER.

     Al llegar a recepción, entre otras cosas, me recordaron que el plazo máximo de estancia en el colegio era de 6 años, - Si a los seis años no has aprobado, tienes que irte – me dijeron. Creo que se me puso la piel de gallina, o sentí un cosquilleo, o el corazón se me aceleró, ahora no recuerdo la forma que tuvo mi cuerpo de decirme: SAL CORRIENDO.

     Lo cierto es que llegaba con muchas ganas, entusiasmada de conocer a gente de mi edad que se hubiera decidido por emprender este duro camino, con ganas de hacer amigos, con miedo a no hacerlos, con ganas de dejar la maleta en mi habitación y con nervios por tener que bajar al comedor y no saber dónde sentarme.

     Tuve la suerte de que mi cara desvelaba todo lo perdida e insegura que estaba, así que dos chicas majísimas decidieron comer conmigo para ponerme un poco al día.

     Al entrar al comedor pude notar y ver, puesto que nadie disimulaba, como todo el mundo centraba su atención en mí. No porque les interesara lo más mínimo, sino porque en el colegio mayor, era todo tan, tan, tan de lo mismo, que cualquier novedad, aunque fuera que hubieran cambiado la marca de yogures, era un NOTICIÓN.

     Me senté con esas dos chicas, pensé en una introducción leve, un ¿qué tal? ¿Cuánto lleváis aquí? ¿Estáis contentas? Pero antes de poder decir nada, empezaron a quitarse la palabra de la boca la una a la otra:

-      Ni se te ocurra preguntarle a nadie por su edad, NI SE TE OCURRA, está prohibido – decía la una.
-       Ui no, ni de coña lo preguntes, por muy joven que te parezca uno, las apariencias engañan y eso sienta muy mal- proseguía la otra.
-      Y lo de preguntar cuántos años llevan opositando, imagino que no lo ibas a hacer, pero no lo hagas, esa pregunta sí que no- ¿No? Pensaba yo, ¿esa pregunta no?
-       Jajajajjaa- reía la otra- ¿te imaginas?- decía- menuda manera de entrar.
-        Lógicamente tampoco preguntes a nadie cuantas veces se ha presentado. Vamos, ni de broma…- Decía la una como si estuviera diciendo lo más descabellado del mundo.
-        Nunca lo preguntes- sentenciaba la otra- ESO NUNCA SE PREGUNTA. Si alguien te lo quiere contar ya lo hará, pero no lo preguntes nunca.

     A medida que mis compañeras de mesa me iban dando las directrices para sobrevivir en ese lugar, yo me sentía más confundida, miraba alrededor pensando en cómo hablar con toda esa gente, qué decir, qué no decir, cómo decirlo…

     Como cuando estás de Safari y te dicen que si se te acerca un animal salvaje no le debes mirar a los ojos, ni dejar que perciba tu miedo, ni subir muy rápido la ventanilla del coche, ni encender el motor, ni darle de comer, ni hacer ruidos extremos y piensas…como se me acerque alguno estoy muerta.

     De igual manera yo pensaba, por Dios, que nadie quiera hablar conmigo, porque seguro que lo que me saldría en este momento es un “Hola, qué tal soy nueva, acabo de llegar y de empezar a opositar, llevo solo unas semanas, ¿y tú? No, tú no, no me contestes. Que chulo es el colegio, me gusta, ¿llevas mucho aquí?, ah 5 años, ¿desde qué empezaste a opositar? Ay no, lo siento. Aún no me he presentado nunca, que nervios ese día, ¿Tú te has presentado alguna vez? ¿Ya llevas cuatro convocatorias? ¡No, te juro que esa pregunta no ha salido de mi boca!” y sería devorada por el animal, por haberle dado de comer mirándole a los ojos, con la música puesta y el miedo a flor de piel.

     Esa misma tarde tuve la suerte de coincidir con dos de las que serían mi salvación en el colegio. Acababan de empezar, como yo, así que mutuamente nos pudimos realizar todas las preguntas prohibidas, así, a lo loco.


jueves, 9 de julio de 2015

COMPLEJO DE DIVA


No sé si os habrá pasado a vosotros, pero durante mucho tiempo tuve un poco de complejo de Diva. No en el sentido de sentirme especial, guapísima, famosa o el centro del universo, sino más bien, sería una de esas divas a las que en la revista cuore sacan con pintas y un enorme AAAARG.

Mirado con un poco de perspectiva hasta me hace ilusión haber vivido esos momentos, son mis pequeñas locuras. Tú te habrás ido de viaje a Nueva York o habrás encontrado un trabajo genial, pero yo he bajado a hacer la compra en pijama. SUPÉRALO.

¿Qué otras personas en su sano juicio van a hacer la compra con el pijama y el abrigo de plumas aunque no haga mucho frío, solo por no tener que vestirse?

Yo tuve varios de esos momentos, de los de estar con el pijama, el moñete, las gafas de topillo y ver que no tienes leche para tomarte un café. Descartas la idea porque bajar a la tienda de la esquina te va a quitar mínimo 10 minutos y te va a distraer del maravilloso mundo de las Servidumbres.

Basta con que no me pueda tomar el café para que me empiece a obsesionar la idea de querer uno, me muero de sueño, no me están entrando los artículos porque no tengo café, si tuviera café seguro que me los sabría, café, café, café…

Así que toca camuflarse para bajar a la esquina. Decido que si llevo abrigo no hace falta que me cambie, así que me planto el abrigo de plumas, las botas de agua. ¿Llovía? No, pero me tapaban más pantalón que cualquier otro calzado. Me suelto el pelo porque tengo la absurda convicción de que voy menos modo estudio con el pelo suelto.

Salgo a la calle rezando para no encontrarme con ningún conocido y para no tener un accidente de tráfico. Cómo explicar al de la ambulancia las pintas, los pelos y el cronómetro en el bolsillo, porque se me ha ocurrido cronometrar cuánto tardo en volver a estar sentada frente a los apuntes.
Finalmente, tras 8 minutos y 56 segundos, vuelvo a estar frente a las Servidumbres de paso, victoriosa ante la hazaña de conseguir leche en ocho minutos y sin encontrarme con nadie. El café ya no me apetece tanto, pero me siento bien.

Le envío un whatsapp a una compañera de la oposición contándole mi hazaña y me responde diciéndome que lleva 4 días sin ponerse sujetador.

Sonrío y sigo estudiando.

Son muchas las veces que me acuerdo de detalles de la oposición y me empiezo a reír sola. Sé que el 90% del tiempo es estar sentado frente a los apuntes, pero el 10% restante no tiene precio.


¡VIVA SALIR A HACER LA COMPRA EN PIJAMA!

lunes, 6 de julio de 2015

A contracorriente.

Una de las sensaciones que más he tenido durante los años que estuve opositando fue la de sentirme que iba a contracorriente.

De vez en cuando decidía hacer algo propio de mi vida a.o (antes de la oposición).Quedaba con mis amigos de siempre a tomar una caña, como solía hacer entonces, y ahí era cuando me daba cuenta de lo radicalmente distintas que eran nuestras vidas y de la sensación de estar nadando en contra dirección.

Mientras ellos hablaban de sus jefes, sus nóminas, el viaje con el novio que harían el próximo puente, yo asentía, me reía de vez en cuando y esperaba que nadie preguntara qué tal estaba yo.

-          ¿Qué tal tu vida María? ¿novedades? –Después de cuatro años todavía no sabían que preguntarme qué tal mi vida, era como pegarme una torta en una mejilla, y rematar preguntando por novedades, era para equilibrar y darme en la otra.

Si fuera la protagonista de Ally Mcbeal, se hubiera visto mi cabeza hincharse, ponerse muy roja y empezar a gritar: “¿Novedades? ¿Quieres que te cuente mis novedades? Pues ayer me canté cinco temas, sí, estuve hora y media recitando temas mientras me colocaba y me sacaba el boli del recogido del pelo y cuando terminé me pasé media hora buscando por todos lados el p… boli porque no lo encontraba. Ayer fue lunes, por tanto me tocaba cambiar de pijama y comí ensalada y yogur porque empecé la operación morena de flexo y luego por la tarde me comí dos paquetes de galletas sin darme cuenta. Antes de dormir vi una de las escenas de Bridjet Jones que más me gustan, y no pude parar de llorar porque pensé que ningún chico podría decirme en el hueco de una escalera “me gustas de verdad, tal y como eres” porque ni salía de casa, ni había chico, ni hueco de la escalera. ¡Ah! Por cierto, finalmente encontré el boli. ¡ESAS SON MIS NOVEDADES!

Sin embargo, me limito a sonreír, tragar saliva y a decir tranquilamente:
-           Pues bien, estudiando mucho y sin nada nuevo que contar.
      
      Esos son los veinte segundos de gloria que te da esa quedada, lo que queda del elemento clave de ese grupo de amigos que pasa a ser un espectador, alguien que los observa hablar de sus vidas, intentando no prestar mucha atención para que no le afecte a su estado de ánimo.

      Creo que a muchos nos ha pasado lo mismo, intentar en los ratos libres seguir siendo quienes éramos, y si lo consigues ¡bien por ti!, en mi caso, después de quedar con parte de mi pasado, necesitaba un chute de presente, una vuelta con un compañero/a de oposición que entendiera que pudiera desesperarme buscando un boli o que pudiera ponerme a llorar únicamente porque enfrente hay gente tomando algo en una terraza.

      Algunos nos desesperamos pensando que hemos perdido a nuestra gente, nuestra manera de ser, nuestros hobbys, y no es así, simplemente se han quedado aparcados esperando a que salgamos de este punto.

       Los amigos de siempre, los de verdad, estarán ahí, a la vuelta de la esquina, por mucho que llevemos años encerrados y siendo un poco “raritos”, lo de verdad no se habrá esfumado a nuestra vuelta.